ESTO ES UNA ISLA”: EL SECRETO DEL PUEBLO QUE TRANSFORMA NATURALEZA DESBORDANTE EN ENERGÍA LIMPIA.
GENTILEZA: Texto de Diana Fernández Irusta // Fotos: Hernán Zenteno
GOBERNADOR VIRASORO, Corrientes.- ¿Qué sorprende a un porteño apenas pisa Posadas? El aire: una humedad diferente, maciza, casi táctil. El suelo: la tierra roja que se hace ver por entre la ciudad asfaltada, anuncio de la intensidad cobriza que estallará junto a las rutas, en el campo, en los yerbales, al costado de las madereras. En el litoral la gente se saluda con dos besos, los inviernos son amables –en tiempos de cambio climático, más bien parecen veranos- y en las conversaciones se cuela, indefinible, la música del guaraní. “Cada mate que ustedes toman allá…”, dice Sergio Ayala y no necesita decir nada más, porque con un gesto suave abre y exhibe las manos. Es tarefero, su trabajo es cosechar la yerba mate; sabe que la infusión que tomamos todos, en cada punto del país, proviene de Misiones y del norte de Corrientes, su tierra. Hoy por hoy, el Litoral busca traducir la intensidad de una naturaleza desbordante en productos de valor agregado: plantas procesadoras de yerba mate, madereras, incluso producción de energía limpia y, desde luego, las múltiples vertientes del turismo, el otro gran potencial de la zona.
Publicidad y continúa la Nota…
A la vera de las rutas que unen Posadas con Apóstoles, en Misiones, o que van hacia Gobernador Virasoro, en Corrientes, se extienden yerbales, algún resto de monte nativo, grandes extensiones de bosques de eucaliptos y pinos destinados a ser madera. Sobre el asfalto avanzan los camiones que trasladan insumos de un lado a otro y en las proximidades de los pueblos asoman los carteles políticos. Estamos en campaña; los rostros de los principales candidatos a nivel nacional sonríen, junto a los locales, desde afiches y pasacalles. Gobernada desde hace años por el radicalismo (el actual gobernador es Gustavo Valdés), Corrientes no elige gobernador este año; los correntinos acudirán a las urnas para votar presidente, diputados nacionales y legisladores locales. Los misioneros sí votarán gobernador; en su provincia prevalece el Frente de la Concordia, muy cercano al peronismo. Al frente del Ejecutivo provincial está Oscar Herrera Ahuad y encabezando la fórmula oficialista, Hugo Passalacqua. Mientras tanto, la gente hace su vida: sillas en los jardines y veredas apenas afloja el sol, albañiles y tareferos que aguardan el micro que los lleve a casa, operarios y encargados de plantas industriales, algunas con tecnología de punta, que suman complejidad a la cadena productiva. La sorpresa: para ellos, la grieta no parece tener entidad. La palabra “política” no despierta entusiasmo; tampoco odio. Nadie ensalza al Estado, pero nadie quiere destruirlo. A todos les preocupa la inflación, defienden la inversión privada, reclaman eficiencia pública en logística, rutas, educación. ¿Y la actualidad? A la actualidad se la toman con calma. “Tengo 60 años, ¿sabés todas las crisis que viví?”, dice un camionero misionero, mientras con una sonrisa asegura que esto también pasará. “A mi edad, ¿sabés todas las crisis que viví?”, dice el encargado de recursos humanos de una planta de biomasa en Corrientes, con sonrisa similar. Algo pasa por aquí, una manera de mirar al presente en cuyos rasgos LA NACION intentará bucear.
Gobernador Virasoro, una “isla” productiva
“Esto es una isla”. La frase se escucha seguido en Gobernador Virasoro, ciudad correntina próxima al límite con Misiones. Y tiene que ver con el pulso industrial y la actividad privada que desde hace un tiempo anima a este lugar. Zona de producción yerbatera, en Virasoro también hay un importante desarrollo maderero. Además, en 2020 se inauguró una central térmica que funciona con biomasa forestal y puede abastecer –explican sus responsables- el 30% del consumo diario de electricidad de la provincia. “Es la más grande del litoral”, asegura con orgullo Atilio Amerio, gerente de recursos humanos de Fresa (Fuentes Renovables de Energía S.A), tal el nombre del emprendimiento. Recorrer la planta es tan impactante como escuchar la explicación de su funcionamiento. A grandes rasgos, se basa en dos principios amigables con el medio ambiente: la transformación de residuos en insumos, y la generación de energía sin necesidad de usar combustibles fósiles. ¿Qué es la “biomasa forestal”? El material de descarte –aserrín, pequeños trozos de madera inutilizables (“chips”), ramas y residuos de poda- que genera la actividad maderera. Con esos recursos, se alimenta una enorme caldera que calienta agua y genera un vapor de alta presión que permite poner en funcionamiento una turbina generadora de energía eléctrica. El agua proviene del acuífero, se procesa y luego se reutiliza, de modo de mantener un mecanismo de circuito cerrado que preserve recursos. “El agua se aprovecha en un 90%”, asegura Amerio, quien también destaca que las cenizas –otro residuo- que resultan de todo el proceso son enviadas a plantas de elaboración de yerba mate, donde se utilizan como compostaje.
Publicidad y continúa la Nota…
Adriana Steckler, ingeniera química y responsable de medio ambiente, seguridad y salud ocupacional, suma elementos al paisaje innovador de la empresa: “aquí tomamos a la primera operadora mujer de turbogenerador de la Argentina”, dice, sonriente. En Fresa se respira optimismo; de hecho, en el predio se está construyendo una central térmica gemela a la que ya está en funcionamiento, con vistas a duplicar la actual producción. El circuito virtuoso entre madereras, yerbales y planta de biomasa no solo estaría atrayendo a capitales nacionales; en lo que apunta a consolidarse como polo forestal, la empresa austríaco-belga Acon Timber está construyendo un aserradero: “será el más grande de la Argentina”, aseguran los habitantes de Virasoro, que adjudican la llegada de este tipo de proyectos a políticas fiscales que incluyen beneficios impositivos. ¿Qué expectativas generan las elecciones en este enclave? ¿Qué se le pide a la política? Por un lado, educación (“necesitamos perfiles muy especializados”, explica Amerio). Por el otro, logística. La central térmica genera energía pero no la distribuye; necesita contar con una red de distribución confiable. También necesita que las rutas por donde circulan los camiones cargados de los preciados restos de madera estén en buenas condiciones. Sin trenes ni hidrovía en la zona, el transporte terrestre es vital para la circulación económica y, si bien en tramos de la ruta 14 se observa tanto la presencia de gendarmería como de cuadrillas que realizan obras de reparación, la opinión general es que se necesita más.
“Autovías” y “formación de personal técnico calificado”: las demandas vuelven a escucharse en boca de Marcelo Torrisi, gerente de la Forestadora Tapebicuá, también en Virasoro. El predio de esta maderera es enorme. A la entrada, un cartel alerta sobre el índice de peligro de incendios. La sequía y el calor vienen haciendo estragos en una región donde una simple chispa puede arrasar con todo un bosque. Al interior de la planta que recorre LA NACION, hay 240 operarios (el complejo entero emplea a unas 560 personas): el ruido de las máquinas obliga a muchos de ellos a utilizar protectores auditivos; el aire huele a aserrín, adhesivos, resina; los autoelevadores van y vienen, todo tiene un ritmo preciso, continuo.
Torrisi cuenta que es oriundo de Buenos Aires pero se instaló en Corrientes luego de la crisis de 2001. Casado con una correntina, hoy le gusta regresar cada tanto a visitar la capital “como turista”, pero no pasa de ahí: la tranquilidad y la calidad de vida del interior lo hicieron suyo. En Tapebicuá se realizan placas de madera destinadas a la construcción, hay un aserradero, una planta de productos remanufacturados y, desde hace un par de años, se fabrican casas de madera. “El 70% de la producción va a Buenos Aires”, cuenta Torrisi, que también confía algunas de sus preocupaciones. Si hay crisis económica, la demanda se hace lenta, “y si no hay construcción, el impacto en nuestra actividad es directo”, explica. También cuestiona la falta de acceso al dólar y las dificultades para comprar insumos importados, una problemática generalizada en los predios productivos.
Apóstoles, tierra de yerba mate
El perfume. Entrar a la planta La Cachuera, en Apóstoles, Misiones, es dejarse embriagar por el perfume de la infusión más querida de este país. Allí se elabora la yerba mate Amanda y Aleida Szychowski, integrante de la familia que desde comienzos del siglo XX lleva adelante la empresa, muestra unas instalaciones impecables, adaptadas a los tiempos que corren. Tiempos no exentos de amenazas, sobre todo climáticas. “Los incendios llegaron hasta ahí nomás”, señala en dirección a las plantaciones y el monte que las rodea: un verde tan perfecto que cuesta concebirlo a expensas de las llamas. La sequía, que trastocó los planes de buena parte del sector productivo, también asoló esta zona de humedales. “Hubo un 20% menos de lluvia”, describe Aleida y comenta que este año la cosecha debió hacerse más tarde.
Ahora estamos en época de secado: las hojas cosechadas se procesan –se exponen al calor- para hacerles perder entre un 40 y un 60 por ciento de humedad. Las calderas con las que se hace este proceso se alimentan con los mismos chips (residuos forestales) que, en Gobernador Virasoro, se utilizan para hacer funcionar la caldera de la central térmica Fresa. Son unas 500 personas las que trabajan en La Cachuera, repartidas en toda la cadena productiva: los que se ocupan de la cosecha, el taller de reparaciones, el secadero, el manejo de la maquinaria, la administración y el comedor del personal. En Apóstoles, la mayoría de la población trabaja en el circuito de la yerba mate (además de Amanda, aquí se elaboran Playadito y Rosamonte). Por la tarde, cuando termina el trabajo en los yerbales, se ven los micros -algunos pertenecen a las mismas empresas- que acercan a los tareferos a sus casas. Alejandro Omar Da Silva, albañil de 24 años, también espera a uno de esos vehículos. Vive en Azara, colonia próxima a Apóstoles; asegura que en la ciudad yerbatera “hay bastante trabajo”, y por eso se mueve entre una y otra localidad.
Padre de dos hijos, Alejandro se está construyendo su casa; trabaja de sol a sol y no se interesa en política. Solo quiere una cosa: lograr un techo para los suyos. ¿Le generan alguna expectativa las próximas elecciones, la posibilidad de un nuevo gobierno? No más que a la mayoría: “Que haya más trabajo, que te tomen en blanco –le pide al próximo gobierno-. Y que pare la inflación”. En otra zona del mapa social, Aleida Szychowski observa la empresa que su familia sostiene hace tanto tiempo y se muestra cauta a la hora de exteriorizar sus expectativas políticas. “Que el Estado nos ayude a sostener mercados externos”, lanza. Sabe de lo que habla: entre la Scaloneta y Messi, hoy por hoy todo el planeta anda pensando en el brebaje que toman los campeones del mundo. Si bien la yerba mate ya se exporta, Aleida sostiene que aún hay camino por recorrer. “Tenemos un producto emblema y lo tenemos que defender”, insiste. ¿Y cómo piensan quienes viven en la ciudad de Posadas, tan cerca y tan lejos de las cosechas y las plantas industriales? La Nación habló con algunos de los pasajeros del tren que con regularidad atraviesa el puente internacional entre esa ciudad y Encarnación, en Paraguay. Como en toda zona de frontera, el intercambio forma parte de la vida cotidiana y se integra a la economía doméstica: los paraguayos cruzan a comprar algunos bienes que en la Argentina encuentran más baratos, y los argentinos hacen lo mismo, impelidos por la carrera contra la inflación. De regreso de Encarnación, las misioneras Lorena Camargo y Vanesa Thames, su mamá, sonríen de oreja a oreja y exhiben las bolsas de plástico –comunes y sin inscripciones comerciales- donde traen sus tesoros: regalos para el Día del Niño, globos, botines. Cuentan que cada tanto se hacen una escapada de compras: cinco minutos de tren, locales paraguayos abiertos de mil amores, regreso a casa, a seguir la vida. En el mismo tren está el pastor Carlos Purat. Vive en Escobar, pero está en Posadas de visita. Lo acompaña Stella Maris, su mujer. Ellos también vienen de hacer compras en Paraguay. Se quejan de la inflación, reniegan de la dirigencia política. “Lo que no perdimos es la esperanza”, confiesa, no obstante, Stella Maris. Quizás esa sensación sea más general de lo que a veces parece.